CUCUTEÑO MUSARAÑERO

Al igual que el santandereano, el cucuteño no pude hablar sin mover desproporcionadamente las manos y hacer gestos desparpajados con el rostro: nada que hacer, es parte de su genética, si le amarramos las manos, los pobres no pueden comunicarse (y yo tampoco, mano; que cosa tan arrecha).

También es el mismo que se enoja porque no le dieron la ñapa en el quinientazo de la sexta y vuelve a los tres días porque al zapato le dio hambre.  Severo chichipato. Pero cuando se trata de paseos, es el bandido, el narco, el que mira por debajo de las gafas que compró en el  Alejandría: ay avemaría ome!

Y para  conquistar, sus mejores asesores de imagen son los venecos y su sitio favorito las peluquerías y barberías donde salen con cejas tatuadas, pestañas pelo a pelo y con el cabello en plena trasformación de Supersayaijin: así somos. Pero no hay duda  de que el cucuteño es el mejor amigo, le hace el cruce a su pana, le da posada en su casa cuando salen a tomar: le cuida la borrachera. Más que un amigo es un hermano. La sencillez es sin lugar a dudas su mayor virtud y su comida favorita el pastel de garbanzo de a “luka”.

Si hubiera que describir al cucuteño promedio bastaría decir que es de estatura baja, avispa para los negocios, peleonero de pura cepa y contrabandista de corazón. Le gusta usar ropa de marca aunque diga MADE IN VENEZUELA, lo chiveado es lo suyo. Y si hablamos de creatividad nos faltarían palabras para elogiar al cucuteño rebuscador, el que lucha día a día en contra de la pobreza y la desigualdad. Para trabajar es incansable bajo el rayo del sol motilón que espanta las nubes.

Sus lugares para la diversión son: el Malecón, Ventura plaza y Unicentro… No hay más y si quiere reunirse con los grandes intelectuales  del momento, la biblioteca pública es el mejor lugar para el avistamiento de la crema innata de la academia.

Hablar del cucuteño implica decir colombo-venezolano. Y es que Cúcuta y Venezuela son la misma cosa.  Con la migración de miles de venezolanos la ciudad pasa una de sus más grandes crisis económicas, sociales, políticas y culturales, pero a pesar de eso, prima el amor por el prójimo, la fraternidad y la solidaridad que siempre ha caracterizado al cucuteño bacano, el que le dice a todo mundo vecino.

Son múltiples las  problemáticas que se viven en la frontera, pero eso no ha sido impedimento para ayudar y con ello hacer de la crisis una oportunidad para el encuentro entre culturas antagónicas.

            

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